Invertir en un decantador de vinos o no. Esa es la cuestión que se transformó en inquietud para los recién iniciados en el maravilloso mundo del vino. Lo cierto es que la respuesta es simple: sí, vale la pena para potenciar la experiencia de degustación al máximo.
¿Qué es un decantador de vinos?
El decantador de vinos es una vasija de cristal cuya base es más ancha que la boca cuya finalidad es orear el vino. El proceso de decantación de un vino consiste en la separación de 2 sustancias (líquido y sólido) para de esta forma poder degustar vinos completamente perfectos y sin sedimentos. El vino toma color, se templa y oxigena. Por ejemplo, en los vinos envejecidos, la utilidad del decantador de vino permite que los posos queden en la base del recipiente.
¿Por qué razón usar un decantador para vinos?
Para disfrutar del vino como es debido. Cuando se ha sometido a lo largo de su crianza embotellado durante un tiempo, los aromas quedan reposados, como “cerrados”, de forma que si lo decantamos estos vinos vuelven a reproducir sus aromas originales. Recomendado para vinos de por lo menos dos años.
Pues los taninos se integran consiguiendo de este modo un sabor realmente agradable. Ciertos vinos son de ligera aspereza consumidos recién abiertos, una vez el vino se ha decantado logra liberar aromas ocultos con toques afrutados. Esto ocurre sobretodo con los vinos estructurados y carnosos.
Uso del decantador
Hay que tener en cuenta que en función del vino, este requerirá ser decantado o no. En los vinos jóvenes, la decantación consigue fortalecer los aromas puesto que ayuda a su oxidación.
Por su parte, en los vinos añejos se realiza para separarlos de su sedimento y acelerar su oxigenación.
De qué forma decantar un vino
Vertimos el vino suavemente por las paredes del decantador de vinos. Si se trata de un vino joven, vertiremos de forma directa el contenido en el decantador. En el caso de vinos añejos, procuraremos realizar el proceso poco a poco y evitando que el sedimento pase al recipiente, manteniéndolo dentro de la botella. Así que si el vino es de más de 10 años, vamos a dejar una parte sin vertir en el decantador.
Dejamos orear durante al menos 5 minutos para que el vino se oxigene y reproduzca todos sus aromas y sabores.
Diferencias entre el decantador de vino y el aireador de vino
Hay otro elemento con el que también se oxigena el vino: el aireador de vino. Sin embargo, existen diferencias sutiles entre ambos. La primordial diferencia es que con el aireador de vino el vino continúa menos tiempo oxigenándose. Por otro lado, la superficie de vino expuesta es mayor con el decantador, puesto que acá vertimos el contenido en su totalidad dentro del recipiente.
3 Razones para decantar el vino
1. Para separar el vino de los posos o sedimentos que pueda contener la botella
En la mayoría de los casos, el proceso de decantación se hace preciso para suprimir los posibles sedimentos que haya en el contenido de la botella. Estos sedimentos acostumbran a encontrarse con mayor frecuencia en vinos con tiempos de maduración prolongados. Se trata de algo completamente normal y en ningún caso debemos entender que el vino se trata en condiciones malas por contener sedimentos o bien posos. Es algo propio de los procesos de oxidación o de reducción que se generan a lo largo de la fermentación y maduración de algunos vinos. A veces, son sencillamente partículas sólidas que se precipitan en el fondo de la botella. Otras veces, son formaciones cristalinas que se producen al unirse las moléculas de azúcar que contiene el vino.
¿De qué forma debemos decantar el vino para separar los sedimentos?
Primeramente, siempre que podamos, vamos a deber poner la botella de vino en posición vertical un día ya antes del instante en que vayamos a consumirlo. En general, será necesario cuando estemos hablando de vinos con un tiempo de maduración largo, por norma general Reservas y Gran Reservas. De esta forma, facilitaremos que los posibles sedimentos vayan precipitándose de manera lenta en el fondo de la botella gracias por fuerza de atracción de la gravedad. Una vez que abramos la botella, verteremos lentamente el vino en el decantador.
Este proceso hay que hacerlo cuidadosamente, inclinando sutilmente el decantador y dejando que el vino se deslice con suavidad por sus paredes. Hay que eludir, dentro de lo posible, desplazar la botella en exceso, ya que esto va a hacer que los sedimentos depositados en el fondo de la misma entren en suspensión.
Es esencial prestar atención al cuello de la botella a lo largo del proceso de decantado, puesto que cuando veamos que los posos o sedimentos se van acercando, deberemos parar. Para esto, a veces es útil situar la botella por delante de alguna fuente de luz, como puede ser una ventana o una lámpara, puesto que así será más simple que veamos los posos. En el momento en que el vino se halle dentro del decantador, podemos dejarlo en reposo a lo largo de unos minutos, a fin de que los posos que puedan habérsenos escapado, se precipiten hacia el fondo del decantador. El propio diseño del decantador, que normalmente consta de una base ancha que ofrece una enorme superficie, ayudará a que los sedimentos se fijen en el fondo.
2. Para airear o bien oxigenar el vino
A veces, especialmente cuando estamos ante un vino de una cierta edad de maduración, es posible que al abrir la botella de esta emane un olor algo desapacible, como a humedad e incluso a azufre. Son aromas que se generan a lo largo de los procesos de reducción que tienen sitio en el tiempo de crianza del vino. La falta de oxígeno a lo largo de estos procesos hace que huelan a cerrado. En un caso así, el contacto del vino con el aire hace que esos olores se ventilen, con lo que desenmascararemos los genuinos aromas que encierra el vino y que son los que realmente nos interesan. Lo que es conocido como el buqué del vino. Esos aromas que acostumbramos a decir que nos recuerdan a otros elementos que nada deben ver con el vino, como por poner un ejemplo regaliz, vainilla, tierra mojada, etc.
En estos casos, deberemos decantar el vino con especial cuidado, en tanto que una excesiva oxigenación podría ser contraproducente. Lo mejor es que probemos primero sirviendo un tanto de vino en una copa y dejando que se airee a lo largo de unos diez minutos. Si vemos que los aromas mejoran, podemos proceder a decantar el resto de la botella. El decantador, que proporciona una mayor apertura que la boca de la botella y una mayor superficie de contacto entre el vino y el aire, facilitará que el vino se oxigene en poco tiempo. El tiempo de oxigenación cambiará dependiendo del género de vino y de de qué forma este se vea perjudicado por la acción del oxígeno. En casos como los vinos de La Rioja, por ejemplo, no acostumbra a ser apropiado que estos estén en contacto con el aire a lo largo de demasiado tiempo.
3. Para “abrir” el vino
En ciertos casos, especialmente cuando estamos ante vinos jóvenes, estos pueden presentarse con una intensidad aromatizada leve. El proceso de decantación, en estas ocasiones, sirve para “abrir” el vino. No va a ser preciso que la decantación se haga de manera tan cautelosa como en las situaciones anteriores, en tanto que el contacto con el aire favorecerá que se desarrollen en el vino los aromas que no percibimos en un primer momento. En este caso, el proceso es exactamente el mismo que cuando hacemos que el vino gire en nuestra copa, haciendo que la oxigenación potencie las virtudes aromatizadas del vino, sobre todo los matices frutales.